¿Hasta qué punto una amistad es green flag?

Bienvenid@s a un nuevo post de No somos iguales.Y hoy, toca hablar de algo que más de uno ha tenido que digerir con una playlist sad de fondo: la línea invisible; pero crucial, entre una amistad sana y una tóxica.

Porque sí, aunque hoy seamos este grupo de seis amigos que parece salido de una serie de Netflix, la verdad es que no siempre fuimos tan unidos, ni con nosotros ni con nuestros otros grupos: del cole, la u, la chamba, el barrio, el gym. Estamos hablando de ese grupito de WhatsApp que tienes en archivados y no te animas a contestar.

¿Amigo o mini ex?

Mi querido Aristóteles decía que la amistad es “lo más necesario para una vida feliz” y que “nadie querría vivir sin amigos, aun estando en posesión de todos los otros bienes”. (Ética a Nicómaco VIII 1, 1155a5-6).

Y sí, suena precioso… hasta que te peleas con ese amigo que era tu partner in crime y ahora te dedica stories en modo pasivo-agresivo, te raja con quien se le cruce o, peor, desaparece justo cuando más lo necesitas.

Bien dicen por ahí: “Ten cuidado con quien te desahogas, los oídos de hoy son las lenguas de mañana.” Y, spoiler: no estaban exagerando. ¿Quién no ha visto un TikTok compartido que sonaba más a indirecta que a chiste? Ajá, lo sabemos.

Cuando la madrugada te hace preguntas que nadie responde

Si quieres saber si estás pasando por algo similar, la pregunta sin respuesta que ronda en tu mente en la madrugada es: ¿Qué nos pasó? ¿Realmente cambió la amistad? ¿Siempre fueron así y no nos dimos cuenta? O tal vez simplemente crecimos, y eso hizo que las dinámicas se transformen, que los intereses ya no sean los mismos, que los silencios pesen más que las risas, y que las conversaciones se sientan forzadas.

Porque a veces así es, no hubo una pelea épica ni una traición de película. A veces solo fue la distancia, el cambio de prioridades, o el darte cuenta de que solo tú estabas sosteniendo ese vínculo. Y eso duele distinto, porque no sabes si seguir esperando o soltar sin culpa.

La amistad no es telepatía, es comunicación

La solución, aunque suene cliché, está en hablarlo. Porque la amistad no se trata de acumular silencios incómodos ni de adivinar qué le pasa al otro, sino de poder decir con confianza: "Oye, esto me dolió", "Esto no me hizo sentir bien". Y también saber escuchar cuando te lo dicen a ti, sin ponerte a la defensiva.

Porque los verdaderos amigos no te invalidan, te escuchan. No compiten contigo, te celebran. No se desaparecen en tus bajones, te acompañan. La amistad no se trata de estar todos los días, pero sí de estar de verdad. Y si hay cariño, pero también ganas de crecer juntos, siempre se puede reconstruir desde la honestidad.

Lo que aprendí (a las buenas… y a las no tan buenas)

Y obvio, yo no me salvé. También pasé por lo mismo: perdí amigos que pensé que estarían para siempre, gané otros que llegaron sin avisar y se volvieron clave. Aprendí que no todo lo que empieza bonito, termina igual, y que no todas las amistades están hechas para durar toda la vida.

Pero si algo me quedó claro es que cada persona llega por una razón. Algunas para quedarse, otras solo para acompañarnos en el momento justo, y otras, aunque duela, para dejarnos la lección que necesitábamos (aunque no la hayamos pedido, sorry not sorry). Al final, cada vínculo, incluso los que se rompieron, aportó algo a la persona que soy hoy.

Ahora dime tú: ¿De qué team eres?, ¿Amistades que suman o amistades por costumbre?

Recuerda que no todos somos iguales…

Y mañana le toca a uno de los chicos contarnos su lado de la historia.

¿Pensará como yo?

 Nos leemos pronto.

 Hasta la próxima, bestie.